
Es un cortometraje de 17 minutos creado por Luis Buñuel, uno de los mejores cineastas del siglo XX, con la ayuda del artista Salvador Dalí.
Objeto de numerosas interpretaciones y criticas, Un perro andaluz es una joya del cine surrealista y del cine en general. Pero, ¿Porque examinar lo que es en escencia el fruto de la demencia? ¿Porque buscar explicaciones a lo que no tiene otra meta que la libre expresion?
Un perro andaluz no es un mensaje profundo oculto detrás de un desfile de imágenes incoherentes, ni es el resultado de una exhaustiva investigación científica. Este filme es el surrealismo puro, no es más que un sueño filmado.
Objeto de numerosas interpretaciones y criticas, Un perro andaluz es una joya del cine surrealista y del cine en general. Pero, ¿Porque examinar lo que es en escencia el fruto de la demencia? ¿Porque buscar explicaciones a lo que no tiene otra meta que la libre expresion?
Un perro andaluz no es un mensaje profundo oculto detrás de un desfile de imágenes incoherentes, ni es el resultado de una exhaustiva investigación científica. Este filme es el surrealismo puro, no es más que un sueño filmado.
La película inicia con un prólogo introducido por el característico Érase una vez… Un hombre (Luis Buñuel) afila su navaja de afeitar junto a un balcón y, tras observar cómo una delgada nube se dispone a atravesar el globo lunar, secciona el ojo de una mujer (Simone Mareuil) con la navaja de barbero.
Ocho años después. Un ciclista (Pierre Batcheff) pedalea a lo largo de una calle desierta, con su cabeza, caderas y espaldas cubiertas por manteletes blancos. Mediante un montaje alterno se ve a la joven del prólogo leyendo un libro en una habitación y como si hubiese «percibido» la presencia del ciclista, se levanta y tira el libro en un diván próximo, dejando ver La encajera de Vermeer. El ciclista cae contra la acera y ella se precipita escaleras abajo hasta la calle, besándolo arrebatadamente.
De vuelta en la habitación, acomoda sobre la cama los manteletes, el cuello almidonado que llevaba el ciclista y una corbata, como si tratara de recomponer la imagen de un cuerpo tendido. Al darse la vuelta ve al personaje mirando unas hormigas que salen de un agujero en su mano derecha y que se van transformando en los pelos de las axilas de una joven que se encuentra tendida al sol, para luego transformarse en un erizo de mar, para rematar la escena transformandose en un grupo de personas que rodean en la calle a una mujer de aspecto poco femenino que examina con su bastón una mano cortada que se encuentra en el suelo. Un policía la levanta, y tras meterla en la una caja, se la da a la mujer.
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