Búsqueda de la explicación subjetiva, sin solución necesaria, de porque se prefiere estar flotando sobre nubes en lugar de tomarse la responsabilidad de seguir los pasos de la real importancia de algunas cosas que no vienen al caso y ahí te quiero ver.

Pienso, pienso. Últimamente pienso mucho. El problema esta en que yo no nací para pensar y cuando mi cerebro empieza a funcionar mi boca se abre para dejar correr un gran río de baba. Mi mente, al ir tan rápido y sin poder parar, puede que muy fácilmente se equivoque y viaje por lugares indebidos, olvidándose de lo importante. Eso ya no es nuevo. También puede que se escape por el lado de la fantasía, sobre todo cuando estoy dormida, dejando que el cuerpo conozca lugares a los que jamas se atrevería a ir estando despierto y uno aprende de lo desconocido, lo extraño o bizarro en algunas oportunidades. Uno logra animarse a todo, aunque esa valentía es existente solo cuando recuerdo que estoy respaldada por el hecho de saber que nada es real. La recompensa esta en que uno puede vivir cualquier situación sin tener que pensar en el que-pasaría-después. Porque es como si después nadie mas se acordara de lo que paso, lo que a veces es muy útil y otras veces es una pena. Lo que mas me gusta es poder usar el tacto, el gusto y el olfato, lo hace mas curioso. A veces mi cerebro esta muy activo pero al estar despierta no tiene acceso a los lados alucinógenos, entonces recurre a preguntas sin respuestas, como que tipo de sentimientos tienen los insectos o donde esta pintado el azul del cielo. Ahí es cuando la mente llega al precipicio. Todo un vértigo sube por mi pecho y acá es donde se encuentra la angustia. La angustia de no entender el mundo en el que vivimos y de no soportar vivir con un enorme signo de pregunta en la cabeza. Ahí es cuando el cerebro colapsa, y después de un rato empieza todo otra vez.